¿Esto qué quiere decir? Muy sencillo, hoy se pone en marcha la cuenta atrás para el inicio de la Semana Santa (25 de marzo). Empieza un periodo de 40 días en los que hay que preparar la celebración de la Pascua.
La fiesta del Miércoles de Ceniza es una de las tradiciones más sagradas entre los católicos y viene acompañada de varias curiosidades y obligaciones. Para no perderse en esta costumbre tan arraigada en España conviene recordar en forma de guía práctica en qué consiste esta jornada.
Los fieles están llamados hoy a asistir a misa, no es obligatorio, para recibir la bendición de la ceniza. “Hombre, recuerda que polvo eres y que al polvo volverás” que se decía en el Génesis. La costumbre consiste en que un sacerdote, o diácono si no se va a la iglesia, dibujará en la frente de quien lo deseé una cruz de ceniza, pero no una ceniza cualquiera.
Para la ocasión se utilizan los restos que surgen al quemar las palmas bendecidas el Domingo de Ramos del año anterior. No hay ninguna norma que hable del tiempo que se debe mantener la ceniza en la frente, así que se la podrán quitar cuando quieran.
Además, los católicos deben confesar sus pecados este Miércoles de Cenizas, ya que es un día para reconocer la propia fragilidad y la mortalidad. Después hay que pedirle perdón a Dios con una serie de obligaciones que sirven para demostrarle que quieren agradarle y mejorar en la vida.
– Ayuno. Solo está permitida una comida fuerte al día. Una norma que hay que respetar tanto el Miércoles de Ceniza como el Viernes Santo y que está relacionada con la oración y la limosna. Solo es obligatorio para los católicos mayores de 18 años hasta los 59. También podrán librarse de esta tradición las personas enfermas, las embarazadas o las madres en etapa de lactancia.
– Abstinencia. Durante todo el Miércoles de Ceniza, todos los viernes de la Cuaresma y el Viernes Santo no se puede comer carne (blanca, roja y sus derivados). En este punto no hay excepciones y están obligados todos los católicos mayores de 14 años.
Con estas dos prácticas, el católico refuerza su fe, demostrando a Dios que está arrepentido de sus pecados y por haberlo ofendido.