Ya sin sudamericanos y casi vacío de las estrellas que iluminan el planeta futbolero, este “Mundial a la europea” también impulsa a las semifinales a Inglaterra, a una selección que no invita a ser mirada, pero que paso a paso avanza con diversos recursos.Una de sus fortalezas es la capacidad para explotar las jugadas con pelota detenida. Así, por ejemplo, puede quebrar a un rival como Suecia, que se basaba en sus virtudes para evitar sorpresas defensivas. Así, sin necesidad de apelar a su goleador Harry Kane, abrió un partido que se le oscurecía. Después, aunque no fue híper acosada, se sostuvo en su arquero Jordan Pickford y en su oportunismo para pegar el segundo grito en el instante justo.
Las posturas sospechadas viajaron enseguida a la realidad del juego. Inglaterra apostó a la búsqueda, tratando de expandir el campo hacia los costados para abrir al rival (con Kieram Trieppier de un lado y con Ashley Young del otro) y pensando en finalizar con la velocidad de Rahemm Sterling y con el intrépido Harry Kane, con el goleador del Mundial.
Al revés, Suecia. Fiel a su estilo precavido, conociendo sus virtudes y en especial sus limitaciones, apeló a un 4-4-2 siempre desplazándose en bloque y evitando dejar espacios entre líneas, replegándose casi hasta la puerta de su área cuando la selección de Gareth Southgate manejaba la pelota. “Somos fáciles de analizar, pero difíciles de superar”, había expresado en la previa Janne Andersson, el técnico sueco. Y es cierto: no es tan simple dañar a su equipo que arrastraba 210 minutos sin que le convirtieran.
Le costó a Inglaterra penetrar ese entramado defensivo. Apenas en media hora había contado con un remate de Kane desde afuera que pasó cerca de un palo y con una aventura por la derecha de Sterling que terminó diluida y que había nacido en una salida fallida de los vikingos.
Una de las vías alternativas para desarmar a un equipo como Suecia es la aérea. A esa fórmula, una de sus especialidades, la exprimió Inglaterra cuando había empezado a recorrer el cuarto de hora de cierre del primer tiempo. Ahí apareció Harry Maguire, el defensor gigante de 1.93 de estatura y de 25 años, que juega en el Leicester y que Southgate incluye en su línea de tres centrales, el mismo que en la Eurocopa 2016 se había juntado con amigos para ir a alentar a su selección. Ahí Maguire arrasó en un corner a Emil Forsberg y aplicó el cabezazo que rompía el partido.
Sintió el golpe Suecia y pudo liquidarlo Inglaterra antes del descanso, pero el rayo Sterling no pudo con el arquero Robin Olsen en uno de esos mano a mano soñados por cualquier delantero.
Nada sencillo le resultó a Inglaterra sostener esa victoria. Debió aparecer Jordan Pickford para desviar un cabezazo de Marcus Berg que podría haber representado el empate. Y hubo más del arquero inglés. Después del segundo grito coronado por una entrada solitaria por el segundo palo de Dele Alli, tras un centro lindo de Jesse Lingard, evitó cualquier tipo de reacción Pickford, primero con una tapada sensacional abajo ante Viktor Claesson y al ratito frustrando otra vez a Berg.
Es Inglaterra. Luego de la eliminación en primera ronda en Brasil 2014, se renovó y ahora aquí está: semifinalista por primera desde Italia 90. Casi treinta años después, de nuevo protagonista. No gusta, pero es una verdad que se impone en este “Mundial a la europea”.