La jornada negra del mercado cambiario reavivó los rumores de cambios en el elenco ministerial de la Casa Rosada.
Hace un tiempo, cuando la crisis cambiaria ya era una amenaza, pero todavía no se expresaba con la ferocidad que hoy sacude al país, Mauricio Macri creyó detectar un juego de pinzas de varios actores clave de su entorno para que modificara su estructura de poder. Con palabras siempre cuidadas le sugerían que pensara en un cambio drástico en la conducción del Gabinete. “Necesitamos más política“, era el eje del mensaje.
Más política, en términos de quienes trasladaron esa propuesta -compartida por María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta y el mejor amigo de Macri, Nicolás Caputo- debe leerse como: más generosidad con la oposición para consensuar una agenda pública e incluso para que ocupen cargos, más voces críticas en el Gabinete y hasta una reducción de ministerios. Aquella vez, el Presidente puso fin a la incipiente rebelión interna con una frase: “Marcos soy yo“.
Nada ha cambiado desde entonces en la dinámica de tomas de decisiones. Es probable, incluso, que nadie haya vuelto a hacerle un planteo de esa naturaleza a Macri, mucho menos en estas horas de incertidumbre, rumores y furia en la city. “No hay soluciones mágicas. Somos los que estamos“, decía este jueves una alta fuente del Ejecutivo. Negaba que fuera verosímil la existencia una lista de salidas y reemplazos en el Gobierno. “Vamos por el camino correcto”, insistió Nicolás Dujovne.
En Balcarce 50 tampoco creen oportuno hacer modificaciones en la conducción económica (Nicolás Dujovne viaja el lunes a Washington) y mucho menos en el Banco Central, donde el rol de Luis Caputo también comienza a ser cuestionado después de sus primeras semanas como presidente en la que parecía haberse convertido en el niño mimado del Presidente.
El “hay que esperar”, con el que en el macrismo buscaba bajar la tensión el miércoles tras el sacudón cambiario que prosiguió al anuncio del adelantamiento del préstamo por parte del Fondo Monetario Internacional -una fallida puesta en escena a la luz de la reacción de los mercados-, se transformó en las últimas 24 horas en “hay que aguantar”.
La estrategia de quienes hablan a cada rato con Macri pasa por resistir una doble presión: la cambiaria y la de quienes le piden un giro en su administración. Nadie ignora, de todos modos -o no debería ignorar- que el Presidente camina lentamente por la cornisa. “Hoy la idea es no tocar nada. Pero tampoco sabemos cómo va a seguir evolucionando el mercado. Estamos impactados por el rebote que está teniendo todo esto. Si el dólar se sigue disparando estaremos forzados cosas que no queremos”, asumía por la tarde un funcionario, entre resignado y contrariado por las imágenes que miraba de reojo en las pantallas de TV.
En varios canales los zócalos daban cuenta de un posible cambio del jefe de Gabinete. “Una cosa es informar y otra operar“, decía un hombre del equipo de comunicación. En rigor, Macri sigue considerando a Peña como el hombre más importante de su administración. Tanto que detrás de él continúan ocupando un rol central los vicejefes Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, dos de los funcionarios más cuestionados.
Ni siquiera cuando se anunció la reapertura de la mesa política -con el supuesto regreso a un papel preponderante del peronista Emilio Monzó y de los radicales Ernesto Sanz y Gerardo Morales- perdieron peso. Sin ir más lejos, los dos pusieron tiempo atrás su renuncia a disposición, pero fueron rechazadas. En cambio, tras la foto en la residencia de Olivos ni Monzó ni los radicales tuvieron incidencia directa en los movimientos.
Aun así, los rumores de cambios cruzaron de punta a punta la Casa Rosada. No fue casual que Rodríguez Larreta decidiera poner fin a un viejo rumor: “No voy a ser jefe de Gabinete, voy a cumplir con el mandato de jefe de Gobierno hasta el 2019 y voy a ir por la reelección”, dijo en Radio Con Vos. El alcalde porteño es crítico de Peña, pero cuida el vínculo con Macri. Un vínculo que no es el que supo ser. Como muchas otras relaciones que sufrieron cortocircuitos al compás de la frenética suba del dólar.
Otros observaron en cambio cómo Rogelio Frigerio (Interior) fue elegido para corregir el “optimismo” de Peña que inauguró una jornada negra con la frase “no hay fracaso económico”. Tanto ante el Consejo de las Americas como por varios medios, Frigerio -que en el círculo de versiones también fue mencionado como posible recambio de Peña- habló de“errores internos” del Gobierno, forzados y no forzados, así como de“una pérdida de confianza y credibilidad que hay que corregir”.
Fuente: clarin.com