Las anotaciones de Oscar Centeno alcanzaron el cénit de los relatos sobre la corrupción del kirchnerismo.
Hace tres años que está fuera del poder pero el kirchnerismo sigue batiendo sus récords. A fines de 2007, le encontraron 800.000 dólares al venezolano Antonini Wilson que traía a Buenos Aires en un avión fletado por la compañía estatal Enarsa. Después fueron las filmaciones de los hijos de Lázaro Báez contando un par de millones de dólares en los mejores amenities de Puerto Madero. Y parecía que nadie podría superar a José López arrojando bolsos con casi nueve millones de dólares a través de los ligustros de un convento de monjas. Sin embargo, el cuaderno con las anotaciones del remisero Oscar Centeno detallando con prosa de realismo mágico las coimas que Julio de Vido y su mano derecha, Roberto Baratta, distribuían presuntamente entre la Quinta de Olivos, la Casa Rosada y el departamento porteño de Néstor y Cristina alcanzó el cénit de los relatos sobre la corrupción K.
De acuerdo al testimonio conseguido por el periodista Diego Cabot, del diario La Nación, los funcionarios beneficiados por esta curiosa modalidad de la teoría del derrame habrían sumado no menos de 53 millones de dólares. Pero todo indica que la cosa no termina ahí. “Esto es una avalancha…; tiré la primera piedra y estoy convencido de que va a seguir creciendo”, les ha dicho el juez Claudio Bonadío a algunas de las personas de su confianza. En esos despachos de Comodoro Py creen que la cifra final de las coimas supera largamente el monto mencionado y que, además de dólares, también hubo euros en las valijas que alimentan la fantasía de aquellos años locos de supremacía kirchnerista. Es conocida la leyenda sobre la supuesta predilección de Néstor por los billetes de 500 euros, más pequeños que los dólares y por lo tanto más convenientes para sumarlos en la cavidad de las valijas.
La novedad quizás sea la hipotética participación de la ex presidenta en todo este juego macabro con el dinero de los argentinos. Cristina siempre se había ubicado bien lejos de los hechos de corrupción más resonantes de la gestión K y se la notaba cómoda con esa comedia en la que los deslices parecían haber estado a cargo sólo de su marido y de la banda de amigotes que lo habían acompañado en la fiesta infinita del poder. Ese telón también se terminó de caer este miércoles. Es revelador el párrafo del remisero en el que señala que había dejado de escribir luego de la muerte del ex presidente en 2010, pero que había retomado la novela manuscrita en 2013.
“Pensé que después del fallecimiento no se haría más el Valijero… Pero decidí hacerlo porque en una reunión que tuvo el ministro De Vido, Baratta y la señora presidenta en la cual los instruyó para que sigan recaudando de las empresas para las próximas campañas electorales”. Será muy interesante conocer la profundidad de las preguntas que le hará Bonadío sobre este punto preciso y la certidumbre de las respuestas que tenga Cristina el 13 de agosto, cuando vuelva a encontrarse con el juez que más desprecia y declare como sospechosa. Será difícil esta vez sostener el argumento de que no sabía lo que ocurría cerca suyo con el dinero negro, el combustible preferido de la política sin límites.
A poco más de un año de las elecciones presidenciales, ni Bonadío ni nadie descarta que Cristina aproveche la citación judicial para utilizar el evento como puntapié inicial de otro intento para volver a la Casa Rosada. Con Mauricio Macri bajando en las encuestas y ella subiendo, ni siquiera el techo electoral que todos los consultores le adjudican parece obstáculo suficiente para resistir la tentación inigualable de la revancha. En el kirchnerismo más rancio, pocos creen que los Agustín Rossi o los Felipe Solá de este tiempo puedan terminar encabezando la utopía de un kirchnerismo sin Cristina. Están convencidos de que el fantasma de las coimas no podrá hacer mella en la imagen de la candidata.
Los cálculos son diferentes en otros territorios del peronismo. Este miércoles hubo sonrisas de satisfacción en las oficinas de Sergio Massa y de Juan Manuel Urtubey. Calculan que los mapas de las coimas llegando a los domicilios oficiales de los Kirchner constituyenuna oportunidad perfecta para recrear sus proyectos presidenciales. Si el plan de Macri es emerger de la crisis apuntalando la grieta con Cristina, el cuaderno del remisero podría ensanchar la avenida del medio que hasta hoy es la que menos cosecha en las encuestas de intención de voto. Parece una hipótesis prematura pero el peronismo siempre tiene el entusiasmo fácil cuando se trata de acelerar el regreso al poder.
Claro que la política se precipita a sacar conclusiones y se olvida de leer el mensaje más importante que encierran los cuadernos de la corrupción K. Del texto escrito a mano surge clarísimo la enorme magnitud del sistema de recaudación que operaba bajo la cortina de la obra pública. Como en el Lavajato brasileño, las coimas enlazan la ambición de enriquecimiento de algunos funcionarios políticos y la de varios empresarios inescrupulosos. Allí aparecen anotados, y ahora una decena de ellos están presos, hombres de negocios que acompañaron alegremente el proyecto kirchnerista y hasta hay uno, el directivo de Iecsa Héctor Sánchez Caballero, que integraba la cúpula de una constructora que perteneció a la familia Macri. Una versión bien oscura del Pacto de la Moncloa.
Dicen que el juez Bonadío se sorprendió con el amateurismo que exhiben los protagonistas de las coimas del cuaderno K. Y le adjudicó al sistema descripto menos sofisticación que el de algunos casos de corrupción descubiertos en ciertos municipios de la Argentina. Posiblemente se trate de otra cosa. La prosa en birome del remisero; las valijas compradas a los apurones; las citas en los hoteles, en los departamentos vacíos y en las oficinas públicas hablan sobre todo de impunidad. La ausencia de medidas de seguridad para proteger un delito medido en millones de dólares evidencia la serenidad con la que trabajaron durante años un puñado de hombres y mujeres obsesionados con apoderarse del dinero más fácil. El que no necesita del esfuerzo. El que se consigue apenas con la audacia de quienes sospechan que jamás serán castigados.