A pesar de su inestabilidad deportiva y su floja temporada, Estudiantes llegó a la última fecha del Grupo F de la Copa Libertadores con la esperanza de clasificar a los octavos de final. Para ello debía superar por dos goles o más a Nacional, un equipo consolidado que ostentaba el liderazgo de su zona.
La ilusión duró 4 minutos, dado que en una prematura pelota parada el conjunto uruguayo se puso en ventaja. Un tiro de esquina confirmó la máxima que asegura que dos cabezazos en el área terminan en gol. Romero y Zunino fueron los intérpretes de la escena que enmudeció al estadio Único de La Plata.
La reacción del Pincha llegó por la banda izquierda. Los desbordes de Lattanzio representaron el peligro más significativo para llegar al empate. Tanto Melano como Dubarbier no pudieron capitalizar las claras ocasiones de gol, que fueron desactivados por Conde, el notable arquero charrúa que brilló por la Ciudad de las Diagonales.
En el complemento los del Chino Benítez llegaron al empate a través de la pena máxima. El colombiano Otero intercambió el penal por gol para darle vida al León.
Lejos de lo que marcaron los pronósticos, Melano revirtió la historia con un violento disparo capitalizado después de la incisiva proyección de Sánchez. El ex Belgrano alimentó el sueño argentino, pero también desperdició un claro mano a mano frente al arquero que pudo cambiar el destino pincharrata.
Tal vez por la mística, el milagro, los bidones o la decisión del paraguayo Díaz de Vivar de sancionar otro penal en las instancias finales del encuentro, Estudiantes logró la heroica clasificación por la precisión de Otero. Con más orgullo que buen juego, el elenco del Chino Benítez se mantuvo con vida y evitó el título trillado que podría expresar A sus plantas rendido un León.