La realidad es otra. Los nombres son otros. Con mayoría de pibes y de la mano de un hombre identificado desde siempre con los colores, como es Ezequiel Carboni, Lanús sigue luchando para mejorar el magro presente que lo aqueja en la Superliga.
Sin la regularidad y buen juego que lo llevaron a la final de la Libertadores hace seis meses, empató 0 a 0 con Tigre y sumó la quinta igualdad consecutiva en medio de la peor campaña de los últimos diez años: ganó seis de 26 partidos que disputó – 10 empatados y 10 perdidos- y se ubica en el puesto 21 de 28 equipos.
Preso de austeridad económica y decisiones dirigenciales de prescindir de varios jugadores experimentados (Sand, Velázquez, Braghieri, Aguirre, Silva y Román Martínez), Lanús dejó de ser un equipo de vanguardia para transformarse, de manera sorpresiva, en un habitante de la parte baja de la tabla de posiciones.
Está lejos de tener problemas con el descenso la próxima temporada, el futuro pide a gritos un cambio urgente.




























