Independiente venció a Atlético Tucumán con un golazo de Cazares y será rival de Vélez en los octavos de final de la Copa Argentina.

Tuvo que dar batalla Independiente para poder sacar adelante un partido duro, que se le presentó muy complicado desde el arranque. Carlos Bianchi, suegro de Eduardo Domínguez, solía decir que en el fútbol una victoria llama a la otra. El envión anímico de los triunfos suele fortalecer y el tiempo dirá si esa premisa se cumple para un Rojo que venía de imponerse anteEstudiantes (2-1) ehilvanó contraAtlético Tucumánsu segundo festejo consecutivo en 72 horas. En tiempos difíciles para un club golpeado por su debilitada economía y con un plantel corto, cada encuentro ganado es un paso adelante que se celebra de forma efusiva ya que sienta las bases para edificar en un marco de mayor tranquilidad. En este caso, el camino no estuvo exento de sufrimiento, pero el conjunto de Avellaneda volvió a ser un equipo luchador, con garra.

Es cierto que no hubo brillo, pero no siempre se pueden pretender lujos cuando las crisis demandan respuestas desde el costado emocional. Apremiado por las urgencias y el peso específico de las responsabilidades que exige su camiseta, Independiente mostró mucho sacrificio, jugadores consustanciados con la causa, temperamento para sobrellevar los momentos adversos de un encuentro caliente.

El Rojo salió a la cancha con una línea de cinco, con tres volantes de contención como Lucas Romero, Poblete y Saltita González. La receta de Domínguez está clara: el entrenador quiere un conjunto con temple, que se ponga la ropa de fajina y al que nadie le venga a ganar de guapo. Atlético Tucumán se paró con un 4-4-2 y apostó al contragolpe. Los dirigidos por Lucas Pusineri no tuvieron remordimientos a la hora de cederle la pelota y la iniciativa al adversario. Es más: procuraron achicar espacios hacia atrás para salir al galope y aprovechar la velocidad de Ruiz Rodríguez, Lotti y Maestro Puch tras cada recuperación.

El Decano salió como un malón en cada contraataque e Independiente lo padeció. Al igual que en el encuentro del lunes pasado frente a Estudiantes, Sebastián Sosa fue clave para sostener al equipo con atajadas fundamentales: a Ruiz Rodríguez le contuvo un mano a mano y luego le ahogó otros dos gritos. Isnaldo también chocó con los guantes del uruguayo. Domínguez es un técnico pragmático que no se ata a un sistema táctico. El equipo mutó durante el desarrollo del encuentro. De la línea de cinco del comienzo pasó a defender con cuatro y, por último, con tres cuando el rival quedó con diez hombres por la expulsión de Thaller. En los minutos finales, y luego del golazo del ingresado Cazares, Independiente se replegó, aunque no fue por iniciativa del entrenador. De hecho, el Barba se mostró muy preocupado y terminó a los gritos cuando sus futbolistas no lograban salir del fondo ante un Atlético Tucumán que se jugó sus últimas cartas al bombardear al rival con centros.

Todo le cuesta al Rojo. Cada pequeño paso le demanda un esfuerzo colosal a un conjunto que primero deberá empezar a caminar para luego aspirar a despegar. La próxima medida será el lunes, ante Patronato en Paraná. Y Vélez será el próximo rival en una Copa Argentina que siempre le fue esquiva a Independiente. El año en el que más avanzó fue en 2019, cuando llegó a cuartos de final. Para romper el maleficio deberá mejorar y mucho.

Fuente: Olé