Con el brazo encogido, falto de movilidad, confianza y garra, el argentino se despidió en segunda ronda contra el local O’Connell, 175° del mundo.

La segunda presentación de Diego Schwartzman (13°) en el Abierto de Australia fue ante el invitado local Christopher O’Connell (175°), que ni foto tiene en la página del torneo pero sí un revés suelto a una mano y nada que perder, lo cual son sus mejores armas. Con ellas y mayor presencia en la cancha 3 dio el batacazo para ganarle al favorito tras 3h07m por 7-6 (6), 6-4 y 6-4. Una pena para el argentino.

Bastante grande para ser invitado sin un nombre de peso, con 27 años, el diestro entró a tirar y a hacer valer su saque contra la regularidad del porteño. Era una pulseada para ver quién imponía condiciones. Claro, la diferencia era que Schwartzman ya pasó cientos de batallas com ésta y, por decantación, si juega a su nivel, es favorito. Así lo empezó a demostrar ganando casi sin dificultades sus games -pese a que no tiene un gran saque- , contra los apretados del aussie, como los que se llevó tras 6m48 y 9m20.

Hasta que llegó el quiebre con dos errores no forzados incluidos, para el 4-3 del Peque, quien confirmó ya con su saque y luego contó con la chance para cerrarlo (5-4 con saque y tres set points), pero no logró sostener y falló bastante (cinco errores no forzados y dos doble faltas) para que el local lo empardara. Al cabo, llegaron al tie break, donde ganó el que menos se equivocó y el que menos tensionado estaba. O’Connell se valió de está situación para que los 162 lugares de diferencia en el ranking no se notaran y se llevó el primero.

La segunda presentación de Diego Schwartzman (13°) en el Abierto de Australia fue ante el invitado local Christopher O’Connell (175°), que ni foto tiene en la página del torneo pero sí un revés suelto a una mano y nada que perder, lo cual son sus mejores armas. Con ellas y mayor presencia en la cancha 3 dio el batacazo para ganarle al favorito tras 3h07m por 7-6 (6), 6-4 y 6-4. Una pena para el argentino.

Bastante grande para ser invitado sin un nombre de peso, con 27 años, el diestro entró a tirar y a hacer valer su saque contra la regularidad del porteño. Era una pulseada para ver quién imponía condiciones. Claro, la diferencia era que Schwartzman ya pasó cientos de batallas com ésta y, por decantación, si juega a su nivel, es favorito. Así lo empezó a demostrar ganando casi sin dificultades sus games -pese a que no tiene un gran saque- , contra los apretados del aussie, como los que se llevó tras 6m48 y 9m20.

Hasta que llegó el quiebre con dos errores no forzados incluidos, para el 4-3 del Peque, quien confirmó ya con su saque y luego contó con la chance para cerrarlo (5-4 con saque y tres set points), pero no logró sostener y falló bastante (cinco errores no forzados y dos doble faltas) para que el local lo empardara. Al cabo, llegaron al tie break, donde ganó el que menos se equivocó y el que menos tensionado estaba. O’Connell se valió de está situación para que los 162 lugares de diferencia en el ranking no se notaran y se llevó el primero.

Schwartzman debía cambiar, salir de esa madeja, comenzar a imponer su tenis, su ranking… pero lo único que cambió fue la remera, verde por blanca. Porque el porteño jugó el segundo set como había terminado el primero, bien Peque. Y no es que O’Connell se vistió del ausente Novak Djokovic, pero apareció cuando debía hacerlo. Quebró en cero para el 5-4 y ganó en cero para el 6-4, con la autoridad que debía demostrar su rival.

Otra vez hubo cambio de remera para el Peque, pero su tenis no cambió. La garra que suele exhibir se la comió su cabeza, que evidentemente generó que su cuerpo se agarrotara, pero no por calambres com los que sintió en el debut, pese a lo cual le pudo ganar al serbio Filip Krajinovic, sino por falta de movilidad, de voluntad, de…

No le salió nada al Peque porque no estaba en condiciones de que algo le saliera. De protagonista se convirtió en partenaire del local, que sin pensar en que estaba logrando la mejor victoria de su carrera, seguía tirando, embocando, trayendo a la red al Peque, pasándolo con globos… Así no hubo que esperar al final del set para que alguien quebrara un game, porque el australiano lo hizo para el 3-1.

Claro que había que ver si O’Connell se daba cuenta lo que estaba logrando frente a su público que llenó la cancha 3. Sacando 3-2 sufrió un break point pero lo levantó y hasta lo ganó con un winner. Sin embargo, en el 4-3 le entregó el game a Diego con cuatro errores no forzados de principiante. ¿Recogería el guante el Peque?

La respuesta empezó a darse desde el comienzo del capítulo, con una doble falta (la séptima) del hincha de Boca, que no pudo mantener y le dejó el partido en la raqueta a su rival, quien pese al miedo escénico encontró el pulso necesario para cerrarlo en el primer match point