La ruta, las camisas celestes y, de fondo, una casa de velatorios con coronas en el frente. La imagen que ayer se venía frente a la comisaría del kilómetro 35 de la ruta 3, en Virrey del Pino, se trasladó este martes por la mañana al kilómetro 32, frente a Casa Catalfo, donde velaban los restos de Leandro Alcaraz, el chofer asesinado el domingo por dos pasajeros con los que había discutido porque no tenían la tarejta SUBE.

 

 

Como desde el domingo, el reclamo fue el mismo, justicia por Leandro, y más seguridad para choferes de líneas de colectivos que atraviesan zonas inseguras, en las que salen a trabajar y no saben si volverán sanos a sus casas.

 

 

 

Más de 20 líneas que circulan por la zona Oeste y otras áreas del GBA siguieron de paro. Sin el aval de la UTA, decidieron continuar sin brindar servicio para acompañar a la familia de Alcaraz en la despedida.

 

 

Entre los testimonios sobresalió el del conductor que asistió a Alcaraz a minutos de ser baleado. Junto a Carlos Garay, el vecino que escuchó los tiros y salió de su casa para ayudar al colectivero, lo movieron, ya mal herido, para que Garay pudiera manejar la unidad hasta el hospital Siempre Evita.

 

También habló Alicia, la tía de Leandro. "Esto no va más, tienen que cuidarnos. Que suba la Gendarmería a los colectivos a revisar los bolsos de la gente. Voy a comprar apurada y después me encierro", dijo, y agregó: "Le pedimos a la gobernadora, a la intendenta (Verónica Magario), que nos cuiden, que vengan y vea cómo es esto que está pasando".

"Leandro era muy compañero de mis dos hijos varones. Jugaban juntos. Esto nos toca muy de cerca. Por favor, hagan algo, que nos vean y nos cuiden", siguió la mujer.

 

Durante la mañana llegaron a lugar familiares del chofer asesinado. Su padre, por ejemplo, que vive en Corrientes. Y otros parientes que también tuvieron que trasladarse desde el interior.

Cerca de las 13, la caravana partió con aplausos y los mismo gritos de justicia. Entre el auto que llevaba los restos y las camisas azules de los colectiveros se mezclaron familiares y vecinos, que iban en dos internos de la línea 620.

 

Leandro había trabajado el domingo para tener el lunes libre, ya que era el cumpleaños número 4 de su hija. Sus compañeros, ayer, decían que no sabían cómo iban a hacer para volver a trabajar. El miedo los acompaña desde hace tiempo, pero ahora todavía más.