En la Argentina y según el físico e investigador UBA y CONICET Jorge Aliaga deben haber entre 5 y 8 millones de contagiados por COVID-19. ¿A qué se debe esto? ¿Qué se hizo bien, qué se podría haber evitado y qué medidas no fueron acertadas?.

El último reporte epidemiológico emitido por el Ministerio de Salud vino acompañado por un número impactante: son 1.002.662 el total de casos confirmados COVID-19 en la Argentina, tras 214 días de Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, esquema que entró en rigor el 20 de marzo último. El primer caso en el país fue informado el 3 de marzo, un hombre de 43 años que había viajado por Italia y España y atravesó de forma leve la enfermedad.

Siete meses después, el número de contagiados diarios nunca paró de crecer y lo mismo sucedió con los fallecidos. Tanto es así que la nación está quinta a nivel mundial en número de casos confirmados según datos recopilados por la Universidad Johns Hopkins, sexta en el ranking por número de infectados de acuerdo al sitio web especializado en estadísticas Worldometers y décimo quinta en muertos por millón de habitantes en todo el mundo, con 590 fallecidos por millón, también según Worldometers.

En las últimas 24 horas, fueron confirmados 12.982 nuevos casos de COVID-19, lo que da un total de 1.002.662 positivos en el país, de los cuales 803.965 son pacientes recuperados y 159.695 son casos confirmados activos. A su vez se informaron 451 nuevas muertes, 251 hombres y 198 mujeres. Al momento la cantidad de personas fallecidas por el nuevo coronavirus asciende a 26.716.

Con estos registros y si se toma un promedio de los últimos siete días, Argentina es el país con más muertos por millón de habitantes, de acuerdo a las cifras brindadas por el sitio web especializado en estadística en tiempo real Our World In Data, tomando en cuenta solamente países con más de un millón de habitantes.

A la hora de trazar las estadísticas, los expertos utilizan medias móviles para acceder a aproximaciones más precisas de la situación epidemiológica, independientemente de los picos y valles que muestran las curvas por razones que no están estrictamente vinculadas al comportamiento y al avance de la enfermedad en una región determinada.

Los especialistas coinciden en que el país testea poco. De acuerdo a los datos suministrados por el Ministerio de Salud, se realizaron 2.626.406 pruebas diagnósticas para esta enfermedad, lo que equivale a 57.880 muestras por millón de habitantes desde el inicio de la pandemia y los fines de semana incluso se realizan menos pruebas diagnósticas que en el resto de la semana. Si se suman estos factores a la demora en la carga de los datos en el AMBA y en las provincias, el dato estadístico del cuadro epidemiológico en tiempo real en la Argentina puede verse expuesto a imprecisiones. Para el físico e investigador UBA CONICET y asesor del gobernador Axel Kicillof, Jorge Aliaga, “en Argentina ya deben haberse contagiado de COVID-19 entre 5 y 8 millones de personas a pesar de que se han confirmado por PCR o por nexo epidemiológico 1 millón”.

Para el experto, esto tiene que ver con el bajo número de testeos diarios realizados. Al mismo tiempo destacó que la cuarentena temprana de marzo fue fundamental y ampliamente beneficiosa: “Las medidas de aislamiento han permitido que los casos se produzcan a una velocidad baja y con esto se logró el objetivo de no saturar el sistema de salud y poder dotarlo de equipamiento para hacerle frente a la pandemia”, manifestó

os datos que ofrecen las autoridades sanitarias de todo el mundo dependen del número de testeos; de la estrategia para detectar casos; si se analizan también a los asintomáticos; si se contabilizan a los contactos estrechos de un infectado aunque su círculo no haya sido testeado; y de la cantidad de personas que acuden al servicio de salud presenten o no síntomas, entre otros factores.

Estas estadísticas permiten realizar un análisis estimativo del nivel de circulación viral que hay en la sociedad; precisar el grado de positividad sobre testeos realizados y junto con los datos de mortalidad del coronavirus, llegar a conclusiones sobre la efectividad de las medidas sanitarias que llevan a cabo el Gobierno Nacional y las autoridades provinciales y municipales.

En este contexto, se consultó a expertos tanto en la gestión epidemiológica como el doctor Eduardo López, prestigioso médico infectólogo ampliamente citado por el presidente Alberto Fernández, por su famosa frase: “Uno va a buscar el virus, el virus no va a buscar a uno”; a la médica infectóloga Isabel Cassetti, directora de Helios Salud; al físico, investigador UBA y CONICET Jorge Aliaga, especialista en modelados epidemiológicos y asesor del gobernador bonaerense Axel Kicillof, y a Rodrigo Quiroga, doctor en Ciencias Químicas, especialista en análisis de datos y bioinformático, que sigue la evolución y propagación del COVID-19 en la Argentina y en el mundo.

Eduardo López, médico infectólogo. Integra el Comité de Expertos que asesora al presidente Alberto Fernández

La primera política que se hizo bien fue la primera medida, es decir la cuarentena precoz, preventiva, que fue exitosa, y abarcó las primeras dos/tres cuarentenas que permitieron desde el 18 de marzo dotar al equipo y sistema de salud que estaba muy desmadrado, y al mismo tiempo comprar los kits diagnósticos que en la Argentina no había.

Lo segundo que se hizo bien también fue que el Presidente se ponga al frente de la pandemia, encabezando todos los anuncios. El pecado original que nunca pudimos superar fue la baja intensidad de los testeos. Cuando se comenzó el plan detectAR fue muy útil pero en algunas áreas no se hizo rápidamente, y el virus avanzó y se propagó muy rápidamente. Argentina tiene pocos testeos por millón de habitantes, no se hacen con la intensidad que se deberían hacer, y no vamos a buscar lo suficiente a los asintomáticos y contactos estrechos.

El sistema de salud respondió muy bien. Expertos en estadísticas decían que el AMBA colapsaría los primeros meses y esto no ocurrió. Las camas críticas no colapsaron. Tampoco colapsó cuando se intensificó el brote en los barrios populares. Y se trabajó tan bien en los asentamientos precarios que la mortalidad en estos lugares terminó siendo muy baja.

El brote tan importante en las provincias del interior -nadie se lo esperaba- mostró que los sistemas de salud pudieron responder bien allí también, pero el problema fue que no hubo cuarentenas estrictas sino que fueron más bien ligeras y dentro de este sistema algo que se hizo mal fue establecer cuarentenas de cumplimiento imperfecto. Cuando una parte de la población no cumple, esos esquemas son dañinos, la peor de las cuarentenas es aquella que no se cumple, porque es la que peor resultados termina dando.

En el interior, en ciudades como Jujuy, Mendoza o Rosario, se complicó mucho todo cuando implementaron fases 3, más flexibles. Esto sucedió también en el AMBA.

10 mil millones de pesos serán destinados en el presupuesto 2021 para el plan detectAR, esta es una muy buena noticia. Hay que ir a testear 14 días de forma permanente. La OMS dice que cuarentenas cortas, muy restrictivas, con mucho rastreo y testeo son la mejor respuesta a los brotes.

En la Ciudad de Buenos Aires por ejemplo, el 20% de las muertes son de geriátricos, pero en estos lugares se logró contener la situación gracias al detectAR.

Por otro lado, tenemos un muy alto porcentaje de positividad en los testeos. La OMS dice que esto es porque hay que aumentar el número de personas testeadasLa tasa de letalidad es muy alta en la Argentina y es porque testeamos muy poco, ya que si lo haríamos con mayor énfasis, los casos confirmados serían muchos más, y por ende los muertos en relación al total de infectados sería mucho menor. Tenemos mortalidad mínima, como sucede en Alemania. Cuando se llega a una tasa de positividad del 10% es que se controló la pandemia. En Argentina estamos en un 61% de tasa de positividad.

Lo que se hizo mal fue la búsqueda de contactos estrechos, el rastreo y lo poco que se testea en general. También sucedió que en el interior y en un momento también en AMBA no se implementaron cuarentenas más estrictas.

Jorge Aliaga, físico, investigador UBA y CONICET e integrante del comité de asesores del gobernador bonaerense Axel Kicillof

Para mí, lo que se buscó fue evitar la saturación del sistema de salud. Las medidas de aislamiento han permitido que los casos se produzcan a una velocidad baja y, salvo algún caso aislado, el sistema de salud no colapsó. Ese objetivo se logró en especial en el GBA que era la zona que estaba más en riesgo por la cantidad de habitantes.

No se logró en general bajar la cantidad de casos. La cantidad de muertos es proporcional a la cantidad de casos, y la edad de los afectados. Si no se bajan los casos, no se baja la cantidad de fallecidos.

Se aceptó, como lo explicó por ejemplo el Ministro de Salud porteño Fernán Quirós en varias entrevistas, la demanda de la gente, el cansancio. Se dejó de privilegiar la salud y se puso en consideración la situación económica. Se fueron retomando actividades sin bajar los casos, lo que mantuvo siempre alta la cantidad de contagios en el AMBA.

Desde julio eso se trasladó al resto del país, que había retomado sus actividades sin tener incorporado el concepto de que cualquier persona que tuviera contacto con el AMBA podía estar contagiando, sin importar si tenía síntomas.

También ese cansancio fue tomado por la oposición, en conjunto con posiciones negacionistas, lo que debilitó el margen de los gobiernos nacional y locales para tomar medidas que bajaran los casos.

Se debieron usar estrategias para rastrear y aislar casos asintomáticos. En lugar de eso se siguió la demanda de testeos de casos sintomáticos que podían ser diagnosticados por clínica.

Se debió controlar el cumplimiento estricto de los 14 días de aislamiento de todos los repatriados en abril, es especial en el GBA.